La Pampa

Una santarroseña y su marido compraron un pueblo perdido

Una santarroseña y su marido empezaron a fundar un pueblo. Compraron un terreno de 7 hectáreas, para alejarse de la ciudad, y se encontraron con que, en realidad, se trataba del proyecto de un pueblo que nunca había sido. Ya consiguieron que 18 familias empiecen a construir sus casas.

Se trata de Vanesa Cappelletti, una mujer que nació y vivió hasta los 22 años en Santa Rosa -en los barrios Villa Santillán y Butaló I-, y su marido Loris Giazzón.

Ellos, que residían hasta hace unos años en el Conurbano bonaerense, ya están en Villa San Alberto, «su pueblo», que se ha transformado en refugio apacible de familias abrumadas por la rutina urbana.

La familia, aplastada por las crisis de principios de siglo, la inseguridad y el vértigo del Conurbano, decidió alejarse y comprar unos lotes cerca de San Andrés de Giles.

Fue hace casi 10 años. Loris, con la venta de una remisería, consiguió un lote de poco más de siete hectáreas sobre el kilómetro 114 de la ruta 7.
Giazzón, publicó Clarín, había dejado el rubro transporte para dedicarse a fabricar y vender cuchillos de plata artesanales. Recorría festivales, ferias y encuentros populares en todo el país. Vivía como viajero errante con su esposa y sus hijos Camila (13) y Santino (10), entonces un bebé.

Una vez bajaron en el viejo almacén que está a la vera de la ruta 7, cerca de Giles y quedaron deslumbrados por el lugar. Dejaron todo en Laferrere, partido de La Matanza para empezar la aventura rural.

Cuando le entregaron las escrituras llegó la sorpresa: el predio era en realidad un pueblo abandonado, 10 manzanas perfectamente demarcadas de un proyecto urbanístico que había quedado trunco en 1943.

«¿Por qué no refundar Villa San Alberto? Es una idea alocada pero queremos ser pioneros de un pueblo con 100 familias, chicos jugando en las calles de tierra, sin asfalto, bocinazos y el griterío de las ciudades», se entusiasma Loris ante Clarín.

San Alberto figura en el digesto municipal como una de las ocho localidades que integran el partido. Sin embargo nunca pasó de proyecto comunal. Solo se mantiene la escuela 23, una capilla a medio hacer y un viejo almacén de ramos generales. El mapa también define una plaza donde apenas asoma una hamaca.

La familia transformó esa decisión de vida en una obsesión. Ya consiguió que 18 propietarios (algunos de Giles, otros también del gran Buenos Aires) se instalen en San Alberto. Las primeras casas se levantan con planes Procrear. Pero quieren más: lograron que el municipio delimite las calles internas y pelea por la instalación de la electricidad. Requiere una inversión de casi 4 millones de pesos que la comuna y la Provincia aún no se deciden a aportar. «Acompañamos esta iniciativa porque nuestra idea es mantener el arraigo de la población», reconoció el intendente municipal Carlos Puglielli (FR). Para avanzar, se firmó un convenio por el que Giazzón cede 10 terrenos a la comuna para planes sociales. «Sería una oportunidad para desarrollar un proyecto de turismo rural», aseguró el jefe comunal.

Giazzon asegura que ya tiene los candidatos para convertir a San Alberto en una villa de sueño. «Quiero que mis hijos crezcan acá, que jueguen y que puedan dejar la bici en la vereda sin candado». Hay más de medio centenar de lotes en venta, pero falta la infraestructura básica.

Por ahora Villa San Alberto es un verbo en potencial que se escribe sobre una casa de antigüedades (que administran Loris y Vanesa), la capilla, la escuela y pocas casas en construcción en una de las manzanas.

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