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Murió Sinéad O’Connor, a los 56 años

La cantante irlandesa Sinéad O’Connor, conocida por su éxito, el cover de Prince, “Nothing Compares 2 U”, murió a los 56 años, informó el miércoles el diario Irish Times.

Por ahora, se desconoce el motivo del fallecimiento de la artista que era madre de cuatro hijos, uno de ellos había muerto el año pasado a los 17 años. Como consecuencia del impacto por la pérdida, la artista fue hospitalizado en enero de 2022, luego de publicar un largo hilo en Twitter en el que explicaba cómo había “decidido seguir a su hijo”. Luego, aseguró que ella misma había tomado la decisión de internarse para estabilizar su salud mental. “No tiene sentido vivir sin él. Todo lo que toco, lo arruino. Solo me quedé por él. Y ahora se ha ido”, escribió O´Connor, quien había hablado en numerosas ocas sobre sus tendencias suicidas en el pasado. Al percibir cómo había alarmado a su entorno, la cantante irlandesa intentó aclarar sus dichos.


“Lo siento. No debí haber dicho eso. Ahora estoy con la policía de camino al hospital. Lamento haberlos molestado a todos”, escribió. “Estoy perdida sin mi hijo y me odio a mí misma. El hospital ayudará por un tiempo. Pero voy a encontrar a Shane. Esto es solo un retraso”, aclaró en ese entonces. O’Connor padecía un trastorno bipolar, según anunció en 2003 cuando se retiró de la escena musical.

Una vida llena de tormento, soledad y reclusión
En 2020, O’Connor, quien ya había cambiado su nombre a Shuhada Davitt, se pronunció sobre las batallas que daba diariamente y cómo su cotidianidad estaba signada por los traumas. “Había mucha porquería en mi vida que me hizo perder la cabeza, y en medio de todo ello sufrí una histerectomía radical [con extirpación de útero, ovarios, cuello uterino, trompas de Falopio y tejido] que habría vuelto loco a cualquiera”, relató, y agregó que navegó por períodos de extrema “desesperación”.

“Fue terrible. No disfruto sufriendo y no soy una de esas artistas que sienten que no pueden ser creativas a menos que sufran. De hecho, soy lo opuesto a eso, gracias a Dios. Pero lo bueno de la enfermedad mental es que puedes sanar”, manifestaba. Entre esas luchas que debía dar, la intérprete mencionó la agorafobia y a fobia social, lo que por mucho tiempo la alejó no solo de los escenarios sino también del contacto con sus seres queridos. “Tengo miedo a los espacios abiertos y no salgo mucho ¿Tengo muchos amigos? No, la verdad es que no”, se sinceraba, aunque aclarando que siempre fue “solitaria por naturaleza”.


La artista aseguraba que le costaba confiar en la gente. “Para mí sería raro conectar con alguien que quiere ser amigo mío solo porque sí, ya que Normalmente buscan un trabajo o algo más, y eso me he vuelto desconfiada con la gente. Me he convertido en una cínica, así que no soy buena haciendo amigos”, reveló.

Luego de su conversión al Islam y de su cambio de nombre, O’Connor hizo una rara aparición pública en el programa The Late Late Show, un ciclo irlandés en el que interpretó su gran éxito, la reversión de Prince incluida en su segundo disco de estudio, editado en 1990, I Do Not Want What I Haven’t Got. En ese momento, se mostraba muy entusiasmada con su paulatina vuelta a la interpretación.

“Me tomé un largo período de descanso, probablemente unos cinco años sin tocar en vivo, porque había trabajado tan duro por tanto tiempo que estaba ‘quemada’. Así que es una suerte de regreso, supongo, aunque haya sido un retiro pensado”, explicaba y recordaba sus inicios en la música. “Cuando era más joven, no necesariamente apreciaba mi trabajo. Pero ahora que estoy de regreso, lo valoro mucho más”.


“Nothing Compares 2 U” fue mucho más que un cover para Sinéad. Las palabras del tema de Prince compuesto para la banda The Family (en sus memorias, O’Connor acusó al músico de ser “violento y abusivo” con las mujeres) calaron hondo en ella y se trasladaron a su interpretación memorable, nominada a cuatro premios Grammy. El video de su reversión fue muy poderoso y marcó una época, con una artista despojada de artificios que miraba a cámara con una mezcla de bronca y tristeza, en sintonía con lo que esa composición despertaba en ella, un recuerdo de una infancia angustiante. “Fue una tortura”, recordó la artista sobre esa época formativa.

«Mi familia era disfuncional, una tortura, no podíamos comunicarnos, vivíamos en agonía»


Su madre, Marie, murió en 1985 a los 45 años, tras perder el control de su vehículo, que chocó contra un colectivo. Sinéad y sus hermanos, Joseph, Eimear, John, y Eoin, sufrieron por la pérdida, si bien la artista luego evocó cómo fue crecer con Marie y su padre, John, con quien se fue a vivir en 1970 cuando se divorció de su mamá. A los 15 años, empezó a robar y a ausentarse del colegio, por lo que fue llevada al Asilo de la Magdalena, en Dublín, donde permaneció 18 meses. “Si tan solo pudiera darles pelea a las voces de mis padres y obtener autoestima, entonces realmente podría cantar”, escribió en una ocasión la artista, quien describió a su familia como “disfuncional”. “No podíamos comunicarnos entre nosotros, vivíamos en agonía”, expresó en una oportunidad, evocando cómo fue crecer con una madre abusiva.


Sobre su permanencia en el asilo, también denominado “lavandería”, Sinéad se explayó con honestidad brutal. “Quienes estábamos allí no éramos mujeres, sino niños, niñas, y muchos lloraban todos los días”, le contó a la publicación The Irish Sun. “No hubo rehabilitación, no hubo terapia. Nunca sentí, y probablemente nunca más sentiré, tanto pánico, terror y dolor como los que sentí entonces”, contó sobre ese espacio en el que estuvo en contacto por primera vez con una guitarra, a la que se aferró para contrarrestar los padecimientos. Al salir, decidió abocarse a la música y en 1987 editó el primero de sus diez discos, The Lion and the Cobra, pero su explosión se produjo en los 90 con I Do Not Want What I Haven’t Got.

Una discografía potente que refleja su vida

Tras el lanzamiento de Am I Not Your Girl?, en 1994 dio un giro de timón con el disco Universal Mother, al que describió como uno de sus trabajos más personales. “Ese álbum fue mi primer intento de exponer todo lo que yacía debajo de mi ira, esa ira que estaba presente en los discos anteriores”, explicó. “George Michael me dijo que amaba ese disco, pero que solo pudo escucharlo una sola vez por lo doloroso que era, tuvo que esconderlo”, contó O’Connor, quien regresó a la música seis años más tarde con Faith and Courage, en medio de problemas de salud y de una batalla legal con su expareja, el periodista John Waters, por la custodia de su segunda hija, Brigidine Roisin.

Sinéad, quien tuvo una breve relación con Peter Gabriel en 1992, se casó en cuatro oportunidades, y fue madre de cuatro niños. Su primer hijo, Jake, fue fruto de su relación con el productor musical John Reynolds, uno de sus colaboradores creativos. Tras la ruptura, se casó en 2001 con el periodista Nick Sommerlad, relación que duró menos de un año y que se inició tras el vínculo tormentoso que tuvo con Waters. En 2004, fue madre por tercera vez de su fallecido hijo Shane, con el músico Donal Lunny, y dos años más tarde estuvo en pareja con Frank Bonadio, con que tuvo a su hijo Yeshua Francis. Su último matrimonio fue con Barry Herridge, de quien se divorció en el año 2011.


De hecho, a través de sus discos, Sinéad iba registrando sus luchas y sus momentos de felicidad con sus hijos, desde “la importancia del renacer” de Universal Mother, pasando por la reconexión con sus raíces con Sean-Nós Nua, integrado por canciones irlandesas, hasta su último trabajo de estudio, editado en agosto de 2014, I’m Not Bossy, I’m the Boss, aclamado por la crítica y un regreso a las fuentes con el rock bien al frente.

Un año más tarde, la artista desapareció y dejó una carta que reflejaba su situación en ese momento, y que contextualizaba la relación que tenía con sus hijos. “Soy una madre y persona tan podrida y horrible, que me quedé sola. Aullando y llorando por semanas. Y todos ellos me dijeron que me vaya a la mierda. Soy invisible. No le importo a nadie. Nadie se acercó. Morí un millón de veces con ese dolor. Así que sí… Le agrado a los extraños… Pero mi familia no me valora en absoluto. Ellos no se enterarían que morí hace semanas si yo no les estuviera informando ahora”, escribió la cantante, que luego fue hallada por la policía.


“A mis hijos no les importa si yo vivo o muero, de todos modos. Tampoco a sus papás”, ampliaba una mujer que nunca temió mostrarse vulnerable, tanto en su vida personal como profesional, una luchadora que se desgarraba al interpretar, que utilizaba el escenario para pelear sus batallas, como su resonante presentación en Saturday Night Live, en 1992, en la que destrozó una foto de Juan Pablo II para protestar contra los abusos infantiles.


“Nadie puede hacerme nada que no se haya hecho ya. Puedo cantar en las calles como solía hacerlo. No es como si alguien me fuera a arrancar la garganta”, dijo en ese momento en que su carrera se veía amenazada. Ella, en cambio, no mostraba pavor y resignificaba sus constantes polémicas. “Después de Saturday Night Live, sentí que volví a ser yo. Hacer lo que amo. Ser imperfecta. Incluso a enloquecer. Cualquier cosa. No defino el éxito como tener un buen nombre o ser millonaria (…). Nunca firmé nada que dijera que iba a ser una buena chica”.

La Nación

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