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El bidet: un ícono de los baños argentinos es furor en Estados Unidos

Nació en Francia XVIII, se hizo popular en Argentina unos 100 años después y, ahora, consecuencia de la escasez de papel higiénico durante la pandemia de Coronavirus, Estados Unidos parece vivir el surgimiento de una nueva y pujante industria: el negocio de los bidets.

El bidet era, hasta ahora, una rareza argentina que despertaba el interés entre los extranjeros, que preguntaban extrañados por este artefacto cuya colocación fue obligatoria en el código de edificación hasta 2022 y sólo eran populares en Japón y algunos países musulmanes, debido a que El Corán contiene instrucciones específicas sobre la limpieza, y los cuartos de baño de los países musulmanes suelen tener algún tipo de bidet.

Pero lo que en Argentina quizá sea el próximo artefacto que desaparezca para siempre de la mano de los cambios en los códigos de construcción, en Estados Unidos se ha vuelto una moda que, a decir del The Washington Post, cuenta con “verdaderos creyentes” que “evangelizan” a familiares y amigos sobre su uso.

Tal es así que regalar bidets en el país que lidera el uso de papel higiénico per cápita en el mundo se ha convertido en una práctica sorprendentemente habitual.

El negocio del bidet explotó durante la pandemia pero aquello que produjo la escasez de papel higiénico que afectó a Estados Unidos durante los cierres por pandemia en la primavera de 2020 tiene un impacto duradero en la industria.

Cómo funciona un bidet
Aunque los medios todavía tengan que explicar su funcionamiento con frases tales como: “te limpian con un chorro de agua, reduciendo la necesidad de papel” (which clean you up with a stream of water, reducing the need for tissue), los comerciantes afirman que el cambio se nota en los comentarios que los usuarios hacen a sus publicaciones en las redes sociales para promocionar sus ventas, donde poco a poco quedaron atrás mensajes tales como: “Dios mío, esto es tan raro”.

Como suele ocurrir en estos casos, ahora algunos norteamericanos se hacen la misma pregunta que los argentinos que viajaban al exterior: «No sé cómo la gente sobrevive sin ellos».

Es lo que le dijo al Post Rosanne Orgill, que vive en las afueras de Salt Lake City, y compró tres accesorios de bidet para sus inodoros en la primavera de 2020. Otra vez, los diarios tienen que aclarar: “Los accesorios y asientos de bidet se instalan directamente en los inodoros existentes, mientras que los bidets son aparatos independientes”.

El marido de Orgill, cuenta el Post, que había viajado por decenas de países antes de que se conocieran, «hablaba a menudo de lo maravillosos que son los bidets y… de lo raro que es que en Estados Unidos no haya ninguno, porque realmente no hay otra forma de limpiarse», dijo. Así que, ante la escasez de papel higiénico, vio anuncios de bidets y decidió dar el paso.

Lo mismo le pasó a Ryan Deitsch, quien se sintió obligado a pensar alternativas ante la amenaza de quedarse sin papel higiénico. Criado en Florida, vivió el estrés de la escasez de papel higiénico durante la temporada de huracanes, cuando su familia hacía acopio de rollos por si se agotaban. En medio de la conmoción de la pandemia, empezó a reevaluar sus opciones vitales. «¿Lo que estamos haciendo es necesariamente lo correcto? ¿La mejor manera? ¿Hay otras maneras?», recuerda que se preguntó. «La gente empezó realmente a replantearse partes de su día a día. Y en mi caso y en el de muchos otros… compramos bidets».

Sydney Cano, de Arlington, en Virginia, es una de las norteamericanas que escuchó a sus amigos musulmanes y ya antes del covid pensaba en poner uno en su casa: «Sin exagerar, mi vida cambió literalmente», afirmó.

Vender o colocar bidets, un negocio en expansión
El mercado estadounidense parece estar en expansión. Según una encuesta de YouGov, aunque sólo el 6% de los adultos estadounidenses tiene ya un bidet en su casa, un 41% más está interesado en tener uno.

Consultado por el Washington Post, James Lin, fundador de Bidet King, reveló que ayuda el hecho de que los usuarios de bidet suelen ser entusiastas. «Un usuario de bidet no puede dejar de hablar de él con sus amigos. Se lo cuentan a sus amigos, se lo cuentan a su familia. El hecho de que puedas volver a salir no significa que vayas a volver al papel higiénico. Te tenemos de por vida».

Miki Agrawal, fundadora y directora creativa de una empresa dedicada a la instalación de bidets, afirmó que sus ingresos se quintuplicaron en 2020 y que siguieron aumentando un 20% por año desde entonces.

Agrawal consideró que la escasez de papel higiénico fue el empujón que ayudó a los curiosos de los bidets a dar finalmente el salto. Durante años, afirma, empresas como la suya estuvieron sentando las bases, argumentando ante el mercado que el papel higiénico es menos higiénico y más caro, y que puede agravar enfermedades crónicas como las infecciones del tracto urinario y las hemorroides. «Y entonces llegó 2020, y millones de personas se asomaron al precipicio y saltaron», explicó.

Según Bill Strang, presidente de operaciones y comercio electrónico de un fabricante japonés de accesorios de lujo para baños, regalar bidets se ha convertido en una práctica: los estudios de consumo les indicaron que la gente veía el producto como un lujo que sus seres queridos probablemente no se comprarían.

Un momento de «gloria» para el bidet
En la feria anual Kitchen and Bath Industry Show, celebrada en febrero en Las Vegas, los bidets siguieron disfrutando de su momento de gloria. Nicole Krawcke, redactora jefe de las revistas Plumbing & Mechanical y PM Engineer, asistió como cada año. Una tendencia para 2024: En su opinión, el sector se inclinará por las ventajas de este aparato para las personas mayores y con problemas de movilidad, añadiendo otros elementos de seguridad. «Tener algo así en casa alivia al cuidador y también a la persona a la que cuida… le facilita ir al baño y no tener que sentirse avergonzado por pedir ayuda a alguien», describió.

Krawcke no necesita que le convenzan de las innumerables ventajas del bidé. No sólo cubre el sector como periodista, sino que ella misma es propietaria de un bidé que, según dijo al Post, compró inicialmente con fines de «investigación». Dispensa agua caliente y tiene un asiento calefaccionado. «Dicen que una vez que lo pruebas, ya no vuelves atrás», explicó. Después de tres años, «seguimos usando el nuestro en casa».

BAE Negocios

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